La
descripción del bautismo de Jesús no termina en la inmersión, como había sucedido
con el de la gente. Él mismo sale del río (mientras subía del agua) para recorrer el camino en el que
es pionero y que los demás han de emprender tras él. Juan desaparece de la
escena; su misión ha terminado.
Al
salir Jesús del agua, una vez expresado su compromiso, se produce inmediatamente
la respuesta celeste. La narración cambia de punto de vista. Hecha hasta
ahora desde el exterior (llegó Jesús, fue bautizado por Juan), introduce
en este punto un verbo de percepción: vio. La escena que sigue se contempla,
por decirlo así, con los ojos de Jesús, como una experiencia personal suya.
Inmediatamente
después de su
decisión, Jesús ve rasgarse el cielo. «Rasgarse» (no «abrirse», como en
Mt y Lc) incluye un sema de violencia; el compromiso de Jesús rompe la frontera
entre Dios y el hombre.
Con
esta imagen señala Mc el valor supremo de ese compromiso y, al mismo tiempo, cómo
Dios «no puede contenerse» al encontrar en Jesús un amor a la humanidad como el
suyo. La violencia denotada por «rasgarse» coincide con la urgencia de la
comunicación divina expresada por el adverbio «inmediatamente», que comienza la
frase.
La
metáfora «rasgarse» apunta a la irreversibilidad: lo rasgado aparece como
irremisiblemente abierto. La plena comunicación de Dios con el hombre no cesará;
comienza con Jesús, pero, a través de él, se ofrecerá a todo hombre.
La
respuesta divina al compromiso de Jesús se describe como la bajada del
Espíritu. La trayectoria descendente del Espíritu va al encuentro de la ascendente de Jesús (mientras subía del agua)
hasta que ambas se unen (bajar hasta él). Desde ahora, la trayectoria
de Jesús y la del Espíritu serán una y la misma.
El
artículo que precede al Espíritu lo identifica con el mencionado en 1,8, pero
denotando además totalidad: la comunicación de Dios a Jesús es plena. Es de
notar que ninguna de las dos veces que pone Marcos al Espíritu en relación con Jesús
(1,10.12) lo califica de «Santo». Puede ponerse en paralelo esta omisión con el
hecho de que Jesús no «confiesa sus pecados». En 1,8 el calificativo Santo significaba
«el que consagra a Dios.» dando la fidelidad a él; su omisión en relación con
Jesús, el que no tiene pecado, señala que éste siempre ha sido fiel a Dios y ha
gozado siempre de su favor.
La
bajada del Espíritu se describe en forma de experiencia, continuando la de «ver
rasgarse del cielo». Jesús «ve» que el Espíritu, realidad celeste, baja y
penetra en él. Como se ha dicho antes, «espíritu» es un término metafórico que
significa «viento/aliento»; referido a Dios, denota la vida (aliento) y la fuerza
(viento) de Dios. Se describe aquí, por tanto, la plena comunicación de la vida
y fuerza divinas a Jesús. Su compromiso sin reservas lo ha llevado a la
condición de Hombre-Dios. La indicación de Marcos vio ... al Espíritu
bajar hasta él subraya que Jesús es consciente de su condición.
El
Espíritu baja como paloma (18). El apego de la paloma a su nido era
proverbial y se usaba en comparaciones (19). Según esta imagen, el Espíritu
baja hasta Jesús como a su lugar deseado. El que se entrega por amor a los hombres,
es el lugar natural del Espíritu de Dios.
Sin
embargo, la aparición del Espíritu como paloma tiene también otro significado.
Aunque no existen simbolismos bíblicos de la paloma aplicables a esta escena,
una antigua exégesis rabínica (Ben Zoma, ca. 90 d.C.) comparaba el
cernirse del Espíritu de Dios sobre las aguas primordiales (Gn 1,2) al revolotear
de una paloma sobre su nidada. Esta interpretación, consignada por escrito lo
más tarde hacia el año 90, era sin duda ya común en la época de los evangelistas.
Conforme a ella, el que baja es el Espíritu creador, que termina en Jesús la
creación del hombre.
Así,
esta escena funda la denominación «el Hijo del hombre/el Hombre», que el evangelista
aplicará a Jesús (2,18.28; 8,31, etc.). Jesús queda constituido como «el Hombre»; alcanza, por su
compromiso, la plenitud de la condición humana, que incluye la condición
divina. «El Hombre» es, por tanto, el Hombre-Dios, el portador del Espíritu.
La
bajada del Espíritu sobre Jesús remite a varios textos proféticos, que interpretan
la misión para la que lo habilita el Espíritu. Is 11,9 se expresa así refiriéndose al futuro rey mesiánico: «Pero
retoñará el tocón de Jesé, y de su cepa brotará un vástago, sobre el cual se posará el Espíritu del Señor: espíritu de
sensatez e inteligencia, espíritu de valor y prudencia, espíritu de conocimiento y respeto al Señor». Son cualidades que
atañen al gobierno; según el profeta, ellas le permitirán hacer justicia
verdadera a pobres y desamparados, condenando al violento y al malvado; el resultado
será una paz idílica (Is 11,5).
El texto
de Is 42,1-4 (cf. Mt 12,18-21) presenta al Servidor de Dios, portador de su Espíritu,
como el que ha de anunciar y hacer triunfar el derecho, no solamente en Israel,
sino en la humanidad entera. Pero no será demagogo ni violento (“no altercará,
no voceará por las calles”), sino respetuoso con la libertad y paciente (“la
caña cascada no la quebrará, el pabilo humeante no lo apagará»).
Is 61,1
(cf. Lc 4,18s) identifica al Espíritu con la unción. La misión histórica del
Ungido se realiza en favor de los pobres, cautivos y oprimidos: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el
Señor me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los que sufren, a vendar los corazones desgarrados, a
proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad».
Particularmente
importante es el texto de Miq 3,8 (LXX): « Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza
por el Espíritu del Señor, de justicia y valentía para anunciar sus culpas a Jacob, sus pecados a
Israel».
El
Espíritu es, pues, la unción de Jesús hecha por Dios mismo, la investidura de
Mesías (= Ungido) que lo capacita para su misión. Los textos proféticos, a los que claramente se alude, confirman
que la enmienda pedida por Juan se refería a la injusticia y a la opresión, y que el bautismo de Jesús significaba
su compromiso de luchar contra ellas. Dios aprueba plenamente este compromiso y
responde a él ungiendo a Jesús con el Espíritu, la fuerza divina, que lo
capacita para llevarlo a cabo.
_________________________________________________________________________________
18 El adjunto
como paloma califica al verbo bajar. Mc 1,10 par. es la única vez
en el NT donde el Espíritu aparece asociado a un ser vivo; esto confirma que la
comparación con la paloma se refiere más a su movimiento que a su figura.
19 Véase
Tosato, Il battesimo di Gestù e alcuni passi trascurati dello Pseudo Filone.
Bib 56 (1975) 405-409.
No hay comentarios:
Publicar un comentario