viernes, 1 de marzo de 2013

III. JESÚS EL QUE LLEGA (Mc 1,9-13). RESPUESTA DIVINA: LA BAJADA DEL ESPÍRITU (v.10).


La descripción del bautismo de Jesús no termina en la inmersión, como había sucedido con el de la gente. Él mismo sale del río (mientras subía del agua) para recorrer el camino en el que es pionero y que los demás han de emprender tras él. Juan desaparece de la escena; su misión ha terminado.

Al salir Jesús del agua, una vez expresado su compromiso, se produce inmediatamente la respuesta celeste. La narración cambia de punto de vista. Hecha hasta ahora desde el exterior (llegó Jesús, fue bautizado por Juan), introduce en este punto un verbo de percepción: vio. La escena que sigue se contempla, por decirlo así, con los ojos de Jesús, como una experiencia personal suya.

Inmediatamente después de su decisión, Jesús ve rasgarse el cielo. «Rasgarse» (no «abrirse», como en Mt y Lc) incluye un sema de violencia; el compromiso de Jesús rompe la frontera entre Dios y el hombre.
Con esta imagen señala Mc el valor supremo de ese compromiso y, al mismo tiempo, cómo Dios «no puede contenerse» al encontrar en Jesús un amor a la humanidad como el suyo. La violencia denotada por «rasgarse» coincide con la urgencia de la comunicación divina expresada por el adverbio «inmediatamente», que comienza la frase.

La metáfora «rasgarse» apunta a la irreversibilidad: lo rasgado aparece como irremisiblemente abierto. La plena comunicación de Dios con el hombre no cesará; comienza con Jesús, pero, a través de él, se ofrecerá a todo hombre.

La respuesta divina al compromiso de Jesús se describe como la bajada del Espíritu. La trayectoria descendente del Espíritu va al encuentro de la ascendente de Jesús (mientras subía del agua) hasta que ambas se unen (bajar hasta él). Desde ahora, la trayectoria de Jesús y la del Espíritu serán una y la misma.
El artículo que precede al Espíritu lo identifica con el mencionado en 1,8, pero denotando además totalidad: la comunicación de Dios a Jesús es plena. Es de notar que ninguna de las dos veces que pone Marcos al Espíritu en relación con Jesús (1,10.12) lo califica de «Santo». Puede ponerse en paralelo esta omisión con el hecho de que Jesús no «confiesa sus pecados». En 1,8 el calificativo Santo significaba «el que consagra a Dios.» dando la fidelidad a él; su omisión en relación con Jesús, el que no tiene pecado, señala que éste siempre ha sido fiel a Dios y ha gozado siempre de su favor.

La bajada del Espíritu se describe en forma de experiencia, continuando la de «ver rasgarse del cielo». Jesús «ve» que el Espíritu, realidad celeste, baja y penetra en él. Como se ha dicho antes, «espíritu» es un término metafórico que significa «viento/aliento»; referido a Dios, denota la vida (aliento) y la fuerza (viento) de Dios. Se describe aquí, por tanto, la plena comunicación de la vida y fuerza divinas a Jesús. Su compromiso sin reservas lo ha llevado a la condición de Hombre-Dios. La indicación de Marcos vio ... al Espíritu bajar hasta él subraya que Jesús es consciente de su condición.

El Espíritu baja como paloma (18). El apego de la paloma a su nido era proverbial y se usaba en comparaciones (19). Según esta imagen, el Espíritu baja hasta Jesús como a su lugar deseado. El que se entrega por amor a los hombres, es el lugar natural del Espíritu de Dios.

Sin embargo, la aparición del Espíritu como paloma tiene también otro significado. Aunque no existen simbolismos bíblicos de la paloma aplicables a esta escena, una antigua exégesis rabínica (Ben Zoma, ca. 90 d.C.) comparaba el cernirse del Espíritu de Dios sobre las aguas primordiales (Gn 1,2) al revolotear de una paloma sobre su nidada. Esta interpretación, consignada por escrito lo más tarde hacia el año 90, era sin duda ya común en la época de los evangelistas. Conforme a ella, el que baja es el Espíritu creador, que termina en Jesús la creación del hombre.

Así, esta escena funda la denominación «el Hijo del hombre/el Hombre», que el evangelista aplicará a Jesús (2,18.28; 8,31, etc.). Jesús queda constituido como «el Hombre»; alcanza, por su compromiso, la plenitud de la condición humana, que incluye la condición divina. «El Hombre» es, por tanto, el Hombre-Dios, el portador del Espíritu.

La bajada del Espíritu sobre Jesús remite a varios textos proféticos, que interpretan la misión para la que lo habilita el Espíritu. Is 11,9 se expresa así refiriéndose al futuro rey mesiánico: «Pero retoñará el tocón de Jesé, y de su cepa brotará un vástago, sobre el cual se posará el Espíritu del Señor: espíritu de sensatez e inteligencia, espíritu de valor y prudencia, espíritu de conocimiento y respeto al Señor». Son cualidades que atañen al gobierno; según el profeta, ellas le permitirán hacer justicia verdadera a pobres y desamparados, condenando al violento y al malvado; el resultado será una paz idílica (Is 11,5).

El texto de Is 42,1-4 (cf. Mt 12,18-21) presenta al Servidor de Dios, portador de su Espíritu, como el que ha de anunciar y hacer triunfar el derecho, no solamente en Israel, sino en la humanidad entera. Pero no será demagogo ni violento (“no altercará, no voceará por las calles”), sino respetuoso con la libertad y paciente (“la caña cascada no la quebrará, el pabilo humeante no lo apagará»).

Is 61,1 (cf. Lc 4,18s) identifica al Espíritu con la unción. La misión histórica del Ungido se realiza en favor de los pobres, cautivos y oprimidos: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los que sufren, a vendar los corazones desgarrados, a proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad».

Particularmente importante es el texto de Miq 3,8 (LXX): « Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza por el Espíritu del Señor, de justicia y valentía para anunciar sus culpas a Jacob, sus pecados a Israel».

El Espíritu es, pues, la unción de Jesús hecha por Dios mismo, la investidura de Mesías (= Ungido) que lo capacita para su misión. Los textos proféticos, a los que claramente se alude, confirman que la enmienda pedida por Juan se refería a la injusticia y a la opresión, y que el bautismo de Jesús significaba su compromiso de luchar contra ellas. Dios aprueba plenamente este compromiso y responde a él ungiendo a Jesús con el Espíritu, la fuerza divina, que lo capacita para llevarlo a cabo.

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18 El adjunto como paloma califica al verbo bajar. Mc 1,10 par. es la única vez en el NT donde el Espíritu aparece asociado a un ser vivo; esto confirma que la comparación con la paloma se refiere más a su movimiento que a su figura.
19 Véase Tosato, Il battesimo di Gestù e alcuni passi trascurati dello Pseudo Filone. Bib 56 (1975) 405-409. 

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