La exhortación de Juan tiene enorme resonancia;
se produce un movimiento de masas procedentes de toda Palestina, incluida la capital
(Fue saliendo hacia él todo el país judío, incluidos todos los vecinos de Jerusalén).
Como lo anunciaban los textos de Éxodo e Isaías
citados antes (1,2s), el pregón de Juan provoca un éxodo (saliendo) ( 9). La
tierra de opresión de donde parte el éxodo es precisamente el país judío, incluida
su capital, Jerusalén, lugar del templo y sede de las instituciones religiosas y
políticas.
Al dirigirse hacia Juan, el pueblo muestra
tomar conciencia de la situación en que vive. La voz del mensajero despierta la
conciencia de la injusticia, y la respuesta masiva muestra que ésta invadía la sociedad
a todos sus niveles. No van hacia Juan como pueblo organizado, sino como totalidad
anónima donde los vínculos sociales no tienen vigencia. Son una masa de individuos
que sienten colectivamente su condición pecadora y la necesidad de
reconciliarse con Dios.
También los habitantes de la capital acuden a
Juan. El desierto está más cerca de Dios que el templo.
El hecho de «confesar sus pecados» (y él los
bautizaba en el río Jordán, a medida que confesaban sus pecados) muestra que
la religión y el culto oficial no reconciliaban con Dios.
Los que acuden a Juan reconocen así que culto y templo coexistían con violencia, mentira y explotación (cf. Is 1,10-15). El pueblo mismo denuncia la inautenticidad del culto y la ineficacia de la Ley.
La vasta respuesta suscitada por
la llamada de Juan, da al fenómeno gran importancia social. El carácter público
de la ruptura revelaba a cada individuo el vasto descontento que reinaba. Juan
ha despertado la conciencia de la sociedad, haciendo que cada individuo se dé
cuenta de la injusticia de las relaciones sociales en las que está implicado. Desde
una situación de conformismo se pasa a un anticonformismo de masa, que experimenta
la necesidad de un cambio, de una salvación. Así prepara Juan el camino del
Mesías.
Juan los bautizaba en el río
Jordán. Es innegable la importancia que tiene el Jordán en la historia de
Israel como frontera que hubo que atravesar para entrar en la tierra prometida.
El Jordán indica el final de un éxodo, anuncia el don de la tierra, meta de la
liberación. Este sentido está señalado en el texto por la fórmula el río
Jordán (única vez en Me), que se encuentra sólo en tres pasajes del AT (Nm
13,29; Jos 4,5; 5,1), indicando la frontera de la tierra prometida.
El hecho de que el pueblo salga
del país judío para acercarse al Jordán, donde Juan bautiza, indica la opresión
que existe en la sociedad judía: la que fue tierra prometida se ha convertido
en tierra de esclavitud, en paralelo con el antiguo Egipto. La nueva tierra prometida
se encuentra fuera de los límites de Israel; el éxodo se realizará a la inversa
del antiguo; no se pasará el Jordán para entrar en la tierra de la antigua promesa,
sino al revés. Israel tiene que salir de sí mismo, abrirse a una realidad que está
fuera de él. Se insinúa con esto que el exclusivismo nacionalista fomentado por
la institución judía es contrario al plan de Dios.
Pero Juan, que sitúa a este
pueblo a la entrada de la nueva tierra, no puede hacerlo entrar en ella. Será
la misión del Mesías que viene.
El mensaje de Juan no ha sido de
amenaza, sino de misericordia. Por su medio, Dios ofrece borrar el pasado
pecador de quienes se propongan practicar la justicia. Aunque la proclamación
de Juan tiene gran resonancia social, atañe en primer lugar al individuo. No
manifiesta propósito de fundar escuela ni comunidad de ningún tipo. Se dirige a
todos, para que cada uno cambie de conducta. Ahí termina su misión.
El antiguo éxodo consistió en la
salida del pueblo como tal; en el que anuncia Juan participarán los que respondan
a su invitación.
En síntesis: La presencia y
proclamación de Juan Bautista en el desierto de Judea expresa la condenación de
la injusticia de la sociedad judía y la ruptura con sus valores. La misión de
Juan se ve como preparatoria de una liberación que será efectuada por Jesús.
La primera condición para que la
liberación sea posible es sacar a la gente del conformismo en que vive,
suscitando la conciencia de la injusticia y el deseo de salir de ella. Ese es el
sentido de la proclamación de Juan. Se apoya para ello en elementos simbólicos
tradicionales: el desierto recordaba a los judíos el primer éxodo liberador
efectuado por Moisés y el amor de Dios experimentado en aquel itinerario (Os 2,14-16).
Para suscitar la conciencia de
injusticia Juan recurre a un rito practicado entre los judíos, la inmersión en
agua como símbolo de muerte a un pasado, es decir, de cambio radical de
situación o de vida.
Juan, sin embargo, no dirige
abiertamente su crítica contra las instituciones mismas, se centra en la
injusticia existente en la sociedad como tal a todos sus niveles. Pretende que
la gente sea consciente de que la injusticia global del sistema tiene por base
la injusticia de los individuos. La metáfora del éxodo significa un cambio de
situación, la aspiración por una sociedad justa, pero ésta no puede hacerse
mediante la mera reforma a nivel institucional, necesita el cambio de actitud personal
de cada uno hacia los demás.
La respuesta a la llamada de
Juan es masiva, mostrando el descontento profundo que existía en los miembros
de aquella sociedad. Además, al hacer público el reconocimiento de la
injusticia personal todos toman conciencia de la extensión del descontento y de
la aspiración por un cambio. Queda así preparado el camino para el que va a
proponer el cambio, Jesús. Se dibuja ya que su misión será la construcción de
una sociedad justa, compuesta de individuos que han renunciado personalmente a
la injusticia.
9 El verbo «salir» utilizado por Marcos se usa
en el AT para designar el éxodo de Egipto. cf. Ex 13,4.8; Dt 11,10; 23,5; 24,9;
25,17; Jos 2,10.
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